Hay una frase que dice que aquellos que no pueden recordar el pasado, están condenados a repetir su historia. Los tiempos de dictadura se vivieron también en Mercedes y están documentados en un montón de historias que poca difusión suelen tener. Durante su discurso, el primer mandatario local hizo mención a un relato de Andrés Monferrand, un escritor mercedino que rescató un episodio sucedido en esta ciudad durante el proceso militar. “Nunca, como esa mañana de 1977, Mercedes se pareció a la Berlín nazi de 1933. La ciudad donde las juventudes hitlerianas junto a las SS quemaban libros en sus esquinas más representativas, en lo que ellos llamaban un ritual purificador para todo aquello que atentara contra la raza aria”, dice Monferrand en el comienzo del relato de esos sucesos.
Cuenta que la versión local arranca con un vehículo Unimog que sale del Regimiento 6 con varios efectivos. “Llevan en la parte de atrás varias cajas de libros que han secuestrado con anterioridad de la Casa del Pueblo y los demás los han traído de secuestros en ciudades aledañas”, añade. “Es una época donde todos saben qué se puede tener y qué no y lo que implica que te encuentre con ciertos títulos y ciertos autores. Llorando de bronca viejos y jóvenes lectores han quemado sus propios libros en el patio de su casa. Algunos más arriesgados los han enterrados muchos metros bajo tierra con el afán de un día recuperarlos. Freud, Cortázar, Perón, Martí, Trotski, García Márquez. No se puede tener nada”, dice.
Añade que las paradas obligatorias para los “milicos” serían la librería Estévez y Casa Magadán. “Clemente Estévez está muy al tanto de qué puede tener en sus estantes y qué no, se ha asesorado bien y ha sacado de circulación todo aquello perteneciente a la lista negra, pero se le ha pasado El principito, el bello relato de Saint-Exupéry y la Torre de cubos de una tal Laura Devetach, un pequeño librito infantil que la censura dice que contiene un exceso de imaginación”, cuenta.
Continúa describiendo que los soldados que repasan con un lápiz la lista se lo hacen saber y se llevan los 6 ejemplares que hay. “El bueno de Clemente resignado les dice que no volverá suceder. En lo de Magadán se llevan unos ejemplares de Benedetti que hacía poco había entrado en la lista negra y Don José no lo sabía. Con lo secuestrado comienzan a construir un castillo de libros en la esquina de 24 y 27 en la plaza San Martín, los mercedinos pasan y miran de costado, saben cómo está la cosa, a nadie se le ocurre preguntar nada”, describe.
“Cuando el castillo le llega a la cintura de los colimbas que acomodan lo libros, el sargento a cargo de la operación grita: «el bidón de querosén recluta, no escuchó que le dije que baje el bidón de querosén», y él mismo, con íntimo regocijo baña el castillo de libros y lo enciende con un encendedor Carusita. Las llamas se elevan en el aire, las cenizas comienzan a parecer pájaros negros, pájaros grises sobre las paredes amarillas de La Recova. Miles de páginas son desaparecidas por el fuego, miles de pensamientos, de ideas, de imaginación, creatividad, enseñanza y valor humano, son destruidos. La mañana del 77 que Mercedes se pareció a la Berlín nazi de 1933”, concluye el escritor mercedino.