(Por Walter Anido)

La iniciativa del Instituto Belgraniano respecto de los excombatientes de Malvinas cierra por donde se la mire. Con un tremendo impulso de uno de los rostros más visibles de esa institución, que es la profesora Mónica Brown, se han dispuesto a dejar en las paredes de las escuelas, una placa con los nombres de los veteranos que pasaron por esas aulas.

Parece algo sencillo dicho en esos términos, nada complejo. Pero hay cuestiones que no pasan solo por hacerlo, sino en cómo hacerlo. Precisamente estos reconocimientos se llevan adelante en presencia de los propios veteranos y en el caso de haber fallecido, con la representación de sus familiares. Siempre en un cuidado marco de respeto.

Pero también se hace en cada uno de los establecimientos, con los directivos, los docentes, las autoridades educativas y los alumnos. Muchos no habían llegado a esta vida por aquel 1982. Por eso Malvinas es historia viva, de esa que te la pueden contar sus protagonistas, de esa en la que difícilmente te puedan embaucar demasiado.

Hay que estar presente en uno de estos actos para poder percibir, para ver los rostros de esos niños de guardapolvos blancos (debe aclararse que también se hace en escuelas privadas). Porque esos veteranos que serán reconocidos fueron uno de ellos y años después que dejaron esos pupitres, fueron enviados a una guerra.

Los ex Combatientes de Malvinas, en su mayoría, no comparten ni quieren que los llamen Héroes. No obstante, sienten el orgullo de haber luchado por nuestra soberanía, de defender con su vida las Islas Malvinas, que no haya sido en vano la sangre derramada de sus compañeros soldados, que algún día puedan flamear en los mástiles de ese sector del Atlántico Sur nuevamente la bandera argentina, esa a la que dio vida Belgrano. Malvinas es una causa. Malvinas es soberanía nacional. Es nuestro territorio usurpado, territorio que algunos dirigentes argentinos estarían dispuestos a ceder sin mayores inconvenientes.

Malvinas une. Son de esas causas que no te permiten ponerte de un lado o de otro, hay un solo lado y es celeste y blanco. Y no es algo cromático, es fibra pura, es orgullo, es pasión, que se agiganta en cada uno de estos actos con la presencia de quienes pelearon por protegerlas en serio, por ellos mismos, por quienes los esperaban en el continente. Dispuestos a dar la vida. Esos soldados-conscriptos, hoy veteranos de guerra, merecen todo reconocimiento posible, pero no cada 2 de abril, cada día de cada año.

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