En las páginas de Nueva Tribuna quedaron plasmadas las aventuras increíbles de Nico Alessandro en el Mundial de Qatar, festejando la tercera estrella argentina dentro del campo de juego con Messi y Cía. Ahora lo revivió en Estados Unidos con la Copa América. ¡Maravilloso!
Creer es el primer acto de voluntad que alguien puede tener. Para que algo se dé, hay que tener fe. Y para que suceda, hay que intentarlo, hay que hacerlo, hay que ir por ello.
La selección Argentina de estos tiempos, denominada para la eternidad como la Scaloneta hace un culto de esto. No olvidemos lo incierto del inicio del proceso Scaloni, el descalabro dirigencial pos Grondona, los vaivenes deportivos y esa cuotita de suerte que no estaba. Siempre la moneda caía del lado de la “seca” para nosotros. Pero no hay mal que dure tanto, el tema era saber cuándo se cortaría la racha.
Qatar ya es pasado, pero base más que suficiente para que signifique un cimiento que sea difícil de derrumbar.
Se presentaba una nueva oportunidad de poner en juego el cinturón de campeón, el prestigio y los lauros logrados, la copa América 2024 en el norte del continente, sede del próximo mundial.
Todos conocen gran parte de la historia. Es de público conocimiento, la vorágine de las redes y espacios digitales hace que lo que se cuenta, como noticia ya sea vieja. Pero, queda una historia detrás de la historia siempre para relatar. Una nueva e increíble aventura llegó a su fin. Un desenlace de cuentos, un final tan feliz que la sonrisa no entra en la cara del protagonista… pero se almacenará en el alma para toda la vida.
Nico Alessandro volvió a creer, tomó impulso, intuyó que algo podía pasar, como si no hubiera pasado nada ya en Qatar hace un año y medio apenas atrás.
“Hace un tiempo estar aquí era solo un anhelo, un deseo y hasta una utopía. La vorágine no había dejado organizarlo, planearlo y vivirlo con esa previa que todo viaje amerita y corresponde que se viva, así desde mucho antes…” nos dice.
Pero lo que no se programa, lo que no se espera, suele ser lo más lindo de la vida. Palabras de alguien sumamente estructurado.
En solo horas había entradas, pasajes y la tercera pata vital para esta aventura, la buena predisposición sus amigos Luispi Lawler y Mauro Zoni. Con ellos había vivido ya, mil aventuras deportivas en la gloriosa etapa de los “Cacho boys”, esa laureada Categoría 1988 de Juventud.
Esta sería una más, pero bajo un contexto absolutamente distinto.
Se dispusieron a conocer mil lugares, hacer miles de millas, intercalar deporte, turismo y mucha aventura, conviviendo unos cuantos días en tierras americanas.
Los partidos pasaron, la final llegó y el final, al igual que en Qatar lo encontró en un lugar de privilegio, dentro del campo de juego y mano a mano con los protagonistas, sus familias y sus más allegados.
Nico relata: “Sin la generosidad, el altruismo, la buena onda y la felicidad de cada uno de los que recibían a diario este periplo por las redes sociales no podría haber sido posible. Como en Qatar, creo que estas cosas no son para la retina propia, sino para aquellos que disfrutan con uno y a través de uno lo que nos toca pasar. Como en todos los órdenes de la vida, nada es para uno solo… a todos los que siguieron esta aventura vaya mi agradecimiento”.
Para la pelota, en el medio de la cancha, como lo haría Alexis o Enzo Fe y tiene un párrafo especial para el aguante verdadero: “A mi familia, a mis Mellis, a Lucía y a todos los que sumaron un granito para que esto fuera así”
“Vivirlo una vez fue absolutamente impensado, inaudito, inesperado e incrédulo… imagínenlo dos. Pero, eso sí, siempre… siempre… se trata de creer. Yo elegí creer, dice Nico, por eso nos volvimo’ a ilusionar!”
“Que la vida te regale estos momentos es lo mejor que te puede pasar. Para toda la vida. ¿Quién dijo que segundas partes nunca son buenas?”