La comunidad mercedina celebró el pasado miércoles la solemnidad de Nuestra Señora de la Merced, patrona de la ciudad y de la iglesia arquidiocesana. Los festejos centrales contaron con una concurrida procesión que recorrió las calles de la ciudad y culminaron con la misa central, presidida por el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig.
Mercedes celebró el miércoles pasado la solemnidad de Nuestra Señora de la Merced, lo cual comenzó con la tradicional procesión, cuya imagen partió desde el seminario arquidiocesano Santo Cura de Ars. El traslado de la imagen estuvo a cargo de miembros de la Gendarmería Nacional con sede en nuestra ciudad. Desde el inicio, acompañaron la peregrinación los seminaristas, los formadores y los profesores del seminario, así como los jóvenes de los Hogares de Cristo.
A lo largo del prolongado recorrido, se fueron sumando las distintas parroquias de la ciudad, incluyendo San José, Cristo Rey, San Patricio, San Vicente y San Luis, junto a sus respectivos párrocos, evidenciando «el amor del pueblo a su Madre». Durante la peregrinación, se rezaron los misterios del Rosario, se entonaron cantos y se hizo memoria por los 200 años de la denominación como parroquia la actual Catedral. Finalmente, la imagen fue recibida en el atrio de la catedral por numerosos fieles y por la banda de la Gendarmería Nacional.
En un templo colmado, monseñor Jorge Scheinig presidió la misa central, concelebrada por el obispo auxiliar, monseñor Mauricio Landra, y los sacerdotes de la zona. La Eucaristía contó también con la asistencia de los diáconos y todos los seminaristas de la arquidiócesis.
Durante su homilía, monseñor Scheinig instó a los fieles a preguntarse: «¿Cómo encaramos la vida? ¿Qué nos inspira? ¿Cuáles son los principios, los valores que nos animan?». El arzobispo subrayó que responder a estas preguntas es un desafío particular para cada generación, especialmente en contextos de dolor o incertidumbre.
En un llamado a la acción comunitaria y social, monseñor Scheinig recordó una afirmación del episcopado argentino: «Cuando el Estado se retira, el narcotráfico crece y esto está a la vista». Advirtió sobre la tentación de «encerrarse» y de vivir desde la «lógica individualista», pero invitó a los cristianos a «abrirnos, a entregarnos, a cuidarnos unos a otros», asegurando que «la presencia de Dios en la vida cambia el corazón».
El arzobispo también enfatizó que la fortaleza cristiana no proviene del «amor voluntarista» o de creerse «súper hombres o súper mujeres». Citando a las «madres del dolor» que «gritan: no sabemos qué hacer con nuestros hijos, no sabemos qué hacer», Scheinig concluyó que la verdadera fortaleza radica en «asumir que no somos ni los más poderosos ni los mejores». Nuestra apuesta, dijo, es «asumir nuestra condición frágil de la vida» y confiar en que Dios «es capaz de cambiar todas las cosas».
Al finalizar la solemne celebración, se procedió a imponer un nuevo escapulario a la imagen de la Virgen como ofrenda agradecida de su pueblo, y la banda de la Gendarmería Nacional rindió honores a la patrona.