A sus 96 años de edad, repasa su extensa y multifacética vida, marcada principalmente por una profunda vocación docente. Tras una larga y apasionada carrera en diversas escuelas y ámbitos, incluyendo un regimiento, también incursionó en otras actividades como la política, roles administrativos y emprendimientos personales. Hoy, retirado, disfruta de la lectura y reflexiona sobre el presente de la educación y el país.
Por Néstor Dova
La ciudad de Mercedes está llena de ricas historias personales, en este caso la de Armando Juan González, quien nació el 25 de julio de 1928 en Monroe, una estación del entonces Ferrocarril Pacífico, en el partido de Salto, provincia de Buenos Aires. Proviene de una familia humilde; su padre, Gabino Darío, era maestro, y su madre, Ana María Gelfi, hija de un inmigrante italiano con una chacra en las inmediaciones.
Junto a quien fuera su esposa, Zulma Durán (fallecida), tuvieron cuatro hijos: Darío Luis (farmacéutico), María Inés (diseñadora gráfica), Carlos Alberto (abogado) y Leonardo Daniel (profesor de Educación Física). Cinco nietos: Constanza, Agustín, Candelaria, Amanda y Elena.
Armando tiene dos hermanas: Irene, de 98 años e Inés Ana, de 90.
Su trayectoria educativa comenzó a los 6 años en la escuela primaria, cursando en las ciudades de Salto y Rojas y al narrar sobre su historia, cuenta que al ser trasladado su padre a Inés Indart, y queriendo él que fuera agricultor, Armando ingresó a una escuela agrícola salesiana de la congregación de Don Bosco en Ferré, partido de Rojas, donde fue alumno de los 12 a los 15 años. Previamente, había cursado primer, segundo y tercer año en una escuela salesiana de La Plata. Completó sus estudios secundarios en Chacabuco, cursando cuarto, quinto y sexto año en la Escuela Normal de Chacabuco, donde se recibió de bachiller y maestro.
Inicialmente, su vocación era estudiar medicina, carrera que comenzó en la Universidad de La Plata. Sin embargo, tuvo que abandonarla al casarse, ya que necesitaba tener una vida laboral. Fue entonces cuando abrazó la docencia y se dio cuenta de que esa era su verdadera vocación.
Su carrera profesional como docente fue vasta. Ejerció como maestro y fue director en varias escuelas, incluyendo las número 1, 12, 15, 26 y 31. Tuvo muchas satisfacciones en todas ellas, destacando la Escuela 15 en La Florida por ser especial, ya que al estar en el campo tenían espacio para una cancha de fútbol, deporte que le apasiona.
Allí armaba campeonatos y se prendía a jugar con los chicos. En la Escuela 31, que era una «escuela unitaria» (un solo maestro), fue directamente director. También trabajó durante 31 años en la escuela primaria del Regimiento 6, donde ingresó por medio de un amigo para dar clase a quienes no tenían sexto grado, llegando a ser director.
“Tengo un muy buen recuerdo de esa época, incluso varios exalumnos me vienen a visitar…siempre jugué para divertirme con amigos en partidos de barrio, soy hincha de River y miro mucho fútbol”, cuenta con satisfacción.
Es destacado como un «excelente maestro» que compartió sus conocimientos e inculcó su pasión por la enseñanza con sus alumnos, extendiendo su sabiduría en forma desinteresada. Es considerado, sin dudas, «un maestro de la vida». Siempre fue «bien recibido en todas las escuelas» y forjó una gran amistad con compañeros y colegas, aunque muchos ya han fallecido.
Armando González señala: «feliz con lo que viví como docente». No obstante, se lamenta de cómo «se desvirtuó la educación», señalando que «hoy no hay el nivel educativo de otros años», aunque mantiene la esperanza de que todo mejore, tanto en la educación como en el país.
Actividades
Paralelamente a la docencia, Armando Juan González desarrolló otras actividades. Trabajó en una escuela industrial de Chacabuco. Fue secretario del Consejo Deliberante de Chacabuco hasta 1955, cuando este desapareció tras el «derrocamiento de Perón». Posteriormente, aceptó un trabajo en el Ministerio de Educación de la Nación en La Plata. Para estar más cerca de sus padres en Mercedes, pidió el pase y le fue concedido, trabajando cerca de Plaza de Mayo, donde llegó a ser jefe de personal.
Después de jubilado, siguió en actividad. Junto a su esposa Amanda Zulma Durán, quien fue una mujer maravillosa que siempre lo acompañó y respaldó, vendieron unas hectáreas que ella heredó y compraron un terreno para construir un local en 30 bis y 5 e instalar una panadería que llamaron San Carlos. La panadería todavía sigue funcionando, él la tiene alquilada. Aprendió el oficio de la panadería porque su padre, además de docente, también tenía una panadería. También realizó otros trabajos como tener colmenares en distintos campos de Mercedes.
Junto al Papa Francisco
Entre los momentos destacados de su vida, recuerda con emoción la visita al Papa Francisco, gestionada por su hijo Carlos Alberto, quien trabaja en la Curia de Mercedes. Fue una experiencia increíble en la que el Papa le preguntó su edad (90 en ese momento) y le dijo: «Qué valiente, Armando, venir hasta acá». También rememora con cariño los aniversarios de la escuela salesiana de Ferré, donde solo quedan vivos dos alumnos de su época.
En la actualidad, con 96 años, Armando Juan González mantiene una vida activa. Se levanta temprano y sigue una rutina de comida saludable. Disfruta de la lectura, especialmente de libros de historia, poesía y prosa.
Recuerda que de la escuela salesiana “quedamos vivos dos alumnos nada más. El 26 de abril, la escuela cumplió 100 años, nos invitan a todos los aniversarios. Para nosotros es algo maravilloso, vivir todos esos momentos… Hace unos días viajé a Chacabuco a visitar a excompañeros, y es emocionante”.
Entre los recuerdos, destaca el poder realizar la lectura de escritos realizados por María Luisa Reyes, quien fuera compañera mientras residió en Chacabuco
Su vida, como él mismo la describe, ha sido plena de satisfacciones en la docencia, un camino que aunque no fue su primer plan, se convirtió en su verdadera pasión y en el legado por el que es reconocido como un verdadero «maestro de la vida».