“Mercedes es mi lugar en el mundo”

Por Fernando Pachiani

Desde el 83 que reside en Paraguay donde formó su familia. Es psicóloga y coach.

Creció en el barrio de la 1 y 30 y egresó en el 78 de la Escuela Normal.

Destino Paraguay

“Yo vine en el 83 a Paraguay. Vinimos por 4 años por un contrato de trabajo que tenía mi marido y Paraguay nos abrió sus puertas y sus corazones, nos quedamos y ya formamos nuestra familia acá, así que tengo hijos platenses, mercedinos, y paraguayos.

Yo nací en Mercedes en la 1 y 30, fui al jardincito de la Av. 17, la primaria en la Escuela Nº 1 y toda la secundaria en la Escuela Normal, promoción 78.

Todas mis compañeras y amigas son de hierro, nos vemos, nos visitamos, nos escribimos, nos han venido a ver, la verdad que es todo maravilloso lo que tengo en Mercedes. Y muchas han venido a visitar, a comer chipa y tomar tereré como por ejemplo Sandra Saleme, Lidia, Adri Meana, casi en patota se me vinieron. Por eso digo que yo no dejé nada allá, ahí están mis raíces en esa hermosa ciudad.

Yo a los 17 años conocí a un santafesino que estudiaba en La Plata y vivía con mi primo Roberto Valle que estudiaba con él  y a los 18 me fui con la excusa del estudio, obvio, a La Plata, pero en realidad me fui tras ese amor con el cual me casé y tuve los 6 hijos. Me jugué el todo por el todo – recuerda. Cumplí los 21 y a la semana me casé. Nos casamos en Mercedes por civil y por Iglesia en la Parroquia San José, con padrinos mercedinos y todo.

En Mercedes tengo a mi hermana con mis 5 sobrinos y sus respectivas parejas e hijos y muchas amistades, y primos. Y de parte de mi marido tengo cuñados en Santa Fe, y en otros lugares como en Misiones, una prima de él en Paraguay, hay familiares en Canadá y Brasil.

En el 83 estaba muy difícil en Argentina y la situación económica venía muy apretada y nosotros teníamos ya dos niños, así que nos vinimos a Paraguay porque mi marido tenía un amigo argentino que se había casado con una paraguaya y le dijo: “venite que acá hay trabajo” y decidimos radicarnos allá. De hecho en esos años en Paraguay se vivía muy bien y más aún con una profesión como la de mi marido que era veterinario. Después acá me porté bien y estudié Psicología – señala.

En principio, mi marido viajó a Paraguay y consiguió trabajo enseguida, pero yo me quedé en Mercedes porque tenía un embarazo de alto riesgo, así que fue muy duro al comienzo. Ese primer trabajo fue como contratado por un señor para que le atienda sus caballos y cuando nace nuestra beba a los 10 días pude ir a Paraguay con nuestro otro hijo que ya tenía un año. Con tal mala suerte que a los tres meses de estar allá, este señor quiebra y lo primero que vende fueron los caballos, así que nos quedamos con una mano atrás y otra adelante y a empezar de cero otra vez, en una país que no era nuestro.

Fue muy duro porque yo hacía apenas unos día que había llegado a Paraguay con los bebés, nos quedamos sin nada, la casa que queríamos alquilar ya no nos daban los números así que nos tuvimos que ajustar en todo, hicimos mucho sacrificio, la peleamos juntos con mi marido y comenzamos a salir delante de a poquito. Él se hizo conocer, era una persona muy correcta, la gente lo admiraba mucho y así le fueron abriendo las puertas, por eso digo que Paraguay y en especial la gente de Asunción se portó muy bien con nosotros siendo extranjeros.

Y como te decía aquí se agrandó la familia, porque a los dos hijos argentinos, se sumaron cuatro hijos más nacidos aquí”.

Los golpes de la vida

“Mi hijo Facundo, el mayor, falleció a los 28 años, pero un año antes, en el 2009, había fallecido mi marido, Alejandro, en un accidente de tránsito; así que primero me quedé sola con mis seis hijos, y después de la muerte de Facu, sola al frente de 5 hijos, así que la vida me golpeó muy fuerte. Pensé en volver, pero era difícil porque mis hijos más chicos eran adolescentes, iban al colegio y era una locura volverme.

Tengo una hija y un nieto en México y una nieta, Morena, hija de Facundo, en Israel. Y los otros están cerquita de casa, así que los veo todos los días.

Los golpes continuaron porque ante la pérdida de mi hijo, se me diagnosticó un cáncer de mama, en ese momento también surgió la duda si me volvía a Argentina o no, finalmente me quedé, pero bueno fueron diez años de lucha contra el cáncer, pero gracias a Dios ya lo superé.

Tengo mucha fe y amistades que me han sostenido en los  momentos más duros y el amor a la vida creo que son los secretos para un buen vivir, de hecho cuando me diagnosticaron la enfermedad a poco tiempo de las dos pérdidas sufridas, mis allegados pensaron que a esta lucha no la iba a querer dar, sin embargo yo les dije que se queden tranquilos que a mí el cáncer no me está invitando a morir, me está invitando a vivir…

El otro día una alumna de mi clase de coaching me dijo: “Graciela, nunca se te endureció el corazón… ¿cómo se hace?” Y la verdad no sé cómo se hace. Creo que no hay una receta, tampoco no creo que sea una cuestión de fortaleza, sino más bien de actitud.  Hay una frase que dice: “con esta harina tengo que hacer pan” y yo me puse a amasar.

Pasé como todos los enfermos por la quimio, la caída del cabello, y todo lo que supone el tratamiento, pero después de la muerte de un hijo, la verdad que yo al cáncer no le tenía miedo.

Cuando el médico me habló del tratamiento, de lo que tenía que soportar, de lo que me iba a pasar y demás, compré las drogas y puse todas las cajas delante de mí, les hablé y les dije: “mirá quimio querida, tenés muy mala fama, sé que me vas a querer hacer de todo, solo te pido que seamos aliadas, que vos y yo estemos juntas para vencer el cáncer”. Cuando me hacían las aplicaciones, yo visualizaba una luz blanca, en vez del líquido rojo. Me amigué con la quimio y predispuse mi cuerpo a luchar con esta enfermedad y te puedo asegurar que si bien se me cayó el pelo, nunca tuve una nausea, una descompostura. Hicimos con mis hijos una red de contención, que no iba a permitir que otro se cayera. Todos nos sosteníamos mutuamente. Creo que el vivir lejos también nos hizo una familia muy unida”.

Mercedes

“Mi lugar en el mundo es Mercedes, pero ya no creo que vuelva a vivir allí.  Yo me siento mercedina, lo siento en las costumbres, me dicen: “mamá que haces con ese mate con 40 grados”; acá se toma tereré, y yo les digo que es el arraigo a lo mío que no quiero dejar.

De Mercedes extraño el Parque, la Pulpería, salgo mucho a caminar con mi amiga “Guchi” Molinari, nuestras madres eran amigas, y vivíamos a una cuadra, por lo que somos amigas desde que éramos pequeñitas.

Y con mis compañeras de colegio también nos reunimos cada vez que voy. Yo todos los años cuando mis hijos eran chiquitos los subía a una camioneta y mi marido nos llevaba a Mercedes y pasábamos todas las vacaciones de verano acá.

Mis hijos tienen una excelente relación con sus primos, mis queridos sobrinos, Sebastián, Luciano, Juan Pablo, María Lía y Agustín Farola.

Cómo no voy a querer a Mercedes si en alguna oportunidad hemos hecho los 1300 km. en camioneta para pasar un solo día en Mercedes y volver a Asunción” – concluye.

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